Los hospitales de la provincia cuentan con ludotecas para los niños ingresados
La hija de Míriam se conoce de sobra los pasillos del Hospital Puerta del Mar de Cádiz. Desde que era un bebé ha tenido que pasar largas temporadas ingresada. La habitación es su caos. La camilla, su prisión. El pasillo, el camino a la libertad. Y la ludoteca, su paraíso. “Aquí no hay pupas“, resuelve orgullosa su madre, resignada a este destino pero empeñada en que ese trago lo sea menos para su pequeña. El espacio que el centro sanitario reserva en el área de Pediatría para el juego es la liberación para estos niños. También para sus padres. Y en esa labor es fundamental Cruz Roja, que es la que, con su red de voluntarios, da contenido a la ludoteca y promueve numerosas actividades.
Los voluntarios de Cruz Roja reciben una formación específica para atender a estos niños hospitalizados. Nada de comer ni beber aquí, porque hay muchos que están en ayunas y no deben verles hacer algo que ellos no pueden. Nada de hablar sobre enfermedades. La ludoteca es algo divertido, una vía de escape. No se pregunta ni por el ánimo ni por la salud. Todo el que entra por la puerta debe concienciarse de que la enfermedad se ha quedado fuera.
En la ludoteca hay un sinfín de juguetes comprados para la ocasión. Puzzles, cuentos, globos, coches, muñecas, juegos de mesa. Hay hasta un teatrillo. “Algunas veces procuramos tener preparadas algunas actividades pero es difícil programa algo porque nunca se puede saber el número de niños que vamos a tener ni sus edades”, explica Soledad Ramírez, trabajadora de Cruz Roja Juventud, una de las responsables del programa de infancia hospitalizada.
La ludoteca está abierta de lunes a viernes y es atendida por los voluntarios de Cruz Roja. Son estudiantes, amas de casas, profesores… Les une su amor por los niños. Y también el ánimo por hacerles la vida mejor a los que lo están pasando mal. “Nosotros no somos ni médicos ni enfermeros. Pero también les ayudamos a curarse. Porque para los niños jugar es parte fundamental de su mejoría”, explica Laura, maestra de Infantil. “Aquí los niños son más receptores, agradecen todo mucho más porque somos lo contrario a lo que hay fuera: los pinchazos, los dolores…”, añade.
Centenares de niños pasan a diario por los hospitales de la provincia. Para los que se han tenido que acostumbrar a las camillas es el aliciente necesario para convencer a sus pequeños de que no todo es tan malo. “Mi hija ve otros niños con pupas y ve que no es diferente a los demás”, explica su madre. La hija de Míriam ha hecho varias mudanzas de juguetes hasta su habitación. “Ya ni cabemos”. Arrastra un gotero. Hoy lo olvida con globos multicolores.
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